Tres árboles caídos
quedaron a la orilla del sendero.
El leñador los olvidó, y conversan,
apretados de amor, como tres ciegos.
El sol de ocaso pone
su sangre viva en los hendidos leños
¡y se llevan los vientos la fragancia
de su costado abierto!
Uno, torcido, tiende
su brazo inmenso y de follaje trémulo
hacia otro, y sus heridas
como dos ojos son, llenos de ruego.
El leñador los olvidó. La noche
vendrá. Estaré con ellos.
Recibiré en mi corazón sus mansas
resinas. Me serán como de fuego.
¡Y mudos y ceñidos,
nos halle el día en un montón de duelo!
Gabriela Mistral
Què bonic!
ResponEliminaOi que si! És un poema que m'inspira una certa tristesa. És que als arbres me'ls estimo molt.
EliminaA mi també em fa pena que tallin arbres...M'agraden els poemes de Gabriela Mistral...
ResponEliminaTé una poesia molt propera, que arriba fàcilment a les persones sensibles. I bona, que per això li van donar el Nóbel!
EliminaSí, és bonic.
ResponEliminaSi, oi? I tendre, parla dels arbres que han tallat com del que són, éssers vius.
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